Cuenta la historia que el Camino Primitivo es el que inaugura las peregrinaciones a la tumba del apóstol Santiago en Santiago de Compostela.
El primer peregrino «censado » es el Rey Alfonso II de Asturias, apodado «el casto» ya que aunque contrajo matrimonio, las malas lenguas dieron fé de que la castidad fue el motivo por el que murió sin descendencia.
Durante el reinado llegó a sus oídos la leyenda de que había sido descubierta la tumba del apóstol en Galicia y dada su simpatía hacía cualquier Santo decidió ir a comprobar personalmente un hallazgo de tamaña importancia viajando lleno de fe hacía las tierras del fin del mundo.
El camino primitivo se inicia en Oviedo, la capital fundada por el rey Alfonso II , quien siempre se consideró un humilde siervo de Cristo.
Tal era la creencia en el poder de las reliquias que el rey dotó a la Catedral de San Salvador de innumerables objetos con valor espiritual, entre ellos el más importante y llamado » pañolón» que se cree que es la tela que cubría el cuerpo muerto de Jesucristo antes de la resurrección, convirtiendo con ello la Catedral en el segundo centro de peregrinación de la península.
Suelen decir que «Quien va a Santiago y no a San Salvador, visita al criado pero no al señor», la verdad es que por mucho que leemos no encontramos una razón comprensible de tal dicho, pero las religiones y las creencias guiadas, son así.
En la cámara santa de la catedral también podemos encontrar las cruces de los ángeles y la victoria, donadas por el rey casto y cuya fabricación es atribuida a dos ángeles que tomaron la forma de peregrinos. Estos seres divinos vinieron a atender la necesidad real de donar sendas cruces de oro, por lo que el rey entregó el material necesario a los ángeles orfebres.
Otras reliquias interesantes, que no creíbles, son la leche de la Virgen María, el pan de la Santa cena, un trozo de la sábana santa o un trozo de la vara que usó Moisés para separar las aguas del Mar Rojo.