La noche ha sido cualquier cosa menos placentera, no podemos descansar bien.
A las dos de la madrugada se levantaron tres alemanes con su tipica prisa peregrina. Diez minutos después de salir de la habitación están de regreso a sus camas, lo más probable es que no hayan podido salir del albergue porque el portón de la calle estaba cerrado con llave.
A las seis de la mañana vuelven los ruidos. Nos despierta una luz muy intensa, la francesa de la litera de enfrente lleva un frontal que alumbraría un campo de futbol. Excesivo para un lugar cerrado. Deslumbra tanto que molesta con los ojos cerrados.No queda más remedio que levantarse.
Aunque hace fresquito, antes de las siete de la mañana estamos desayunando tranquilamente en el patio. Dejamos que la tropilla peregrina vaya adelantando terreno. Cuando nos marchamos sólo queda una pareja en el albergue charlando con Isabel. Nos despedimos de ella y el viejillo regruñón nos da una carta de la suerte, dice “Everything is available”.
Hay poca luz cuando empezamos a pedalear hacia la famosa Cruz de Ferro. Hemos decidido subir por camino.
La subida no tiene una pendiente muy exagerada aunque si es exigente, la dificultad añadida es el gran número de peregrinos sobre todo cuando el camino se estrecha. Da un poco de respeto perder el equilibrio y caer.
La senda acaba en la carretera LE – 142 y allí descansamos junto a varios peregrinos apoyados en el salva rail de la carretera. Decidimos subir un rato por asfalto para adelantar a muchos de los caminantes que han salido de Rabanal. Sobre un par de km después regresamos a la tierra porque parece que el asfalto tuviese pegamento.
Llegamos a Foncebadon y alli nos recibe una extranjera cantando y bailando con una fregona. Está como una cabra saltando en la puerta de un albergue.