Todavía nos parece mentira que nuestro despertador fuera el primero en sonar en el albergue. A las seis y media de la mañana nadie se ha levantado. No sabemos si es que tenemos los chackras energizados y en perfecta conjunción con el universo o que el vino o los hierbajos de después de la cena los ha dejado a todos totalmente relajados. Intentando hacer el menor ruido posible sacamos todas las cosas a la zona de estar para no molestar. Los demás también empiezan a ponerse en pie.
Mientras colocamos las cosas salen los dos samoanos y la americana, desayunan y se van. Primero uno de los chicos y después los otros dos, no han dicho ni pio en todo el rato y se marchan sin decir ni adiós.
Algo raro ha debido de pasar durante la noche. Nosotros hemos dormido plácidamente. No sabemos si es que a Paco le ha dado un ataque de ronquitis cervecera o es que nuestro despertador les ha traído de vuelta de los brazos de Morfeo con una buena resaca. Que lleven buen camino.
Desayunamos tranquilamente en espera de la luz del día. A las ocho de la mañana ya estamos saliendo. Seguimos las indicaciones de Mincho para encontrar las flechas amarillas, evitando tener que dar un rodeo por el pueblo.
Tenemos dos opciones, ir por el trazado original que discurre al lado de la carretera o a través de una zona agraria lejos del tráfico. Optamos por la segunda. Esta alternativa es más tranquila pero al principio el firme del camino no es nada amable, tiene muchas piedras grandes y sueltas, mucha gravilla y varias regueras un poco profundas .