Cuando nos dimos cuenta de que los años se convertían en una cruel resta en lugar de una divertida suma, decidimos empezar una nueva etapa en la que las decisiones, sin dejar de ser sensatas, han ido encaminadas a disfrutar de la vida de la mejor manera posible.
No queremos ser viajeros de sillón ni ser espectadores de los viajes de otros, queremos que los paisajes nos hagan pequeños y que las emociones nos hagan grandes.
Da igual el destino, da igual si se termina o no se llega a tiempo porque sólo hay algo peor que no terminar una aventura, y es no empezarla jamás.