Jaca - Ruesta (57 km)

Nuestro sueño durante un año ha pasado a ser realidad, hemos despertado en la anhelada Jacetanía, en la tierra de nombre evocador, de pueblos medievales y santos con nombre antiguo.

Hay mucho de nosotros puesto en este viaje y como queremos que sea especial empezaremos a pedalear el día de nuestro 26 aniversario de bodas. No podemos ofrecernos un regalo mejor.

Atrás quedan las horas de entrenamiento, los madrugones para no pasar calor, los vientos del oeste que tanto mermaban las fuerzas, las dudas, los miedos , la inseguridad que siempre provoca salir fuera de un entorno conocido con nuestro mundo metido dentro de unas alforjas. Todo ya es pasado, todo ha merecido la pena.

Se cierran los sueños, se abre EL CAMINO.

Recogimos todas nuestras cosas y bajamos a desayunar con José que a las ocho de la mañana ya nos esperaba en el comedor con un abundante desayuno .Mantuvimos una amena conversación tras la que salimos del albergue sobre las nueve de la mañana.

Con José en el momento de la despedida

Todo listo

El primer poste indicador en las afueras de Jaca

Al final nos salieron 897 km

Buen  inicio etapa. Empezamos cuesta abajo y llaneando por caminos polvorientos pero sin obstaculos, muchos de ellos son cañadas, pero a medida que los km fueron pasando las cosas se empezaron a complicar poco poco.

Aquí usan los letreros de las carreteras en los caminos

Nos adelanta la tropa en una microparada.

Cuando alcanzamos de nuevo a los soldados, les preguntamos ¿ Qué habéis hecho para que os lleven así hasta Santiago?

Miradas de reojo, alguna sonrisa contenida pero silencio absoluto, todos al trote, excepto el mando que no recuerdo que nos dijo y nos deseó buen camino. Cuando los alcanzamos todos a la orden se desplazaron hacia la derecha y nos dejaron pasar.

El itinerario transcurre durante muchos km al lado de la ctra N-240 por lo que vimos a algunos peregrinos tomar esta alternativa, muy acertadamente como pudimos comprobar después de pedalear entre sendas llenas de zarzas. Hay que cruzar en varias ocasiones la mencionada carretera de un lado a otro(sin mucho tráfico) y sólo para pasar por un paraje sin apenas importancia (o que no supimos valorar) que te devuelve al asfalto unos pocos metros más adelante.

La primera complicación del día nos llegó en la subida al mirador de la Canal de Berdún, son caminos con muchísima piedra suelta, inciclable a tramos , tanto para subir como para bajar. Algunos  cortos pero duros desniveles

Mirador de la canal de Berdun

Vistas desde el mirador

La bajada hasta Santa Cilia es divertida para algunos y un poco más compleja para los menos habilidosos porque tiene tramos técnicos. De todas formas, se hace bien tirando de freno.

Como Santa Cilia de Jaca tiene fama de hacer buen pan, buscamos una panaderia donde nos vendieran tan noble y necesario alimento, pero no debimos de elegir la adecuada porque el pan era de lo más normalito.

Para ir de Santa Cilia hasta Puente la Reina de Jaca hay que compartir tramos de carretera con senderitos y lo que los aragoneses llaman cabañeras, que no son otra cosa que las cañadas o cordeles de ganado como los del principio de la mañana.

También bajamos a una senda al lado del río que nos ofrece sombra y un poco de fresco. Que nadie piense en una cómoda ribera porque no hay mucho espacio. Son lo que ahora llaman los entendidos en Mtb Singletrack. Para nosotros que somos un tanto rurales no deja de ser un caminillo de cabras o una vereda. Hay muchos tramos de este estilo.

Dejamos Puente la Reina a la derecha y no entramos al pueblo. Un poco más adelante nos encontramos con el cruce de Arrés, pero como no vamos a pernoctar en su albergue nos ahorramos la sufrida subida continuando por la cañada durante varios kilómetros. Ahora todo es llano pero empieza a hacer un calor sofocante y el paisaje es muy seco.

Paramos a descansar en la primera sombra que encontramos tras varios km. Es un area de descanso bastante descuidada al lado de un complejo agroturistico de los que están de moda y parece ser que muy conocido en la zona.

Una vez hidratados y alimentados continuamos la marcha por la misma cabañera hasta que llegamos al sube y baja incómodo o sin importancia que destacan algunas guias ¿Incómodo? ¿Sin importancia? Cada dia estamos más convencidos de que tanto las guias como los organismos de turismo suavizan las imágenes de los perfiles y minimizan las dificultades del terreno para que acuda más gente, cometiendo una imprudencia importante porque hay muchos parajes dificultosos que no son accesibles para todo el mundo ni todas las edades.

Bajada arenosa, complicada.

 

 

Tras esta bajada atan difícil y empujando las bicicletas, entramos en una zona un poco extraña que parecía una cantera abandonada pero que son unas formaciones geológicas típicas de la zona llamadas badlands.

No les hacemos ninguna foto porque el paisaje es feo. Fue un error.

Entre tanto secarral se agradece un poco de verde.

La alegria dura poco

Artieda, en lo alto.

Entre subes y bajas y combinando asfalto, tierra, calor y sudor llegamos al desvío de la carretera a Artieda. La subida es prescindible si no se va a dormir en el pueblo o si no queremos hacer turismo pero como vamos escasos del liquido elemento tenemos que subir si o si.

Llegamos al albergue con un estrés hídrico en el cuerpo bastante considerable. Acuarius, agua,acuarius y agua de nuevo compensaron el esfuerzo de la subida y agradecimos el poco aire que corría allí en lo alto.

Estuvimos sentados mirando el paisaje sobre 45 minutos y a la vez conversando con la dueña del albergue y su hijo. Nos contó que en la antiguedad Artieda estaba en el llano, emplazado al lado del río y del camino pero las continuas invasiones por parte de otros reinos tanto ibéricos como galos hicieron que el pueblo a modo defensivo se reconstruyese en el cerro más alto con el fin de dominar el horizonte y prevenir los ataques. Lo cierto es que tiene bonitas vistas.

Artieda es un pueblo que merece verse con calma, disfrutar pausadamente de su silencio y su paz, es pequeño, acogedor y con una estructura medieval en sus calles y construcciones que no deja lugar a dudas sobre su pasado, pero hace calor y queremos llegar a Ruesta lo antes posible. Ya son las cuatro de la tarde. No podemos hacer turismo ni recrearnos en horas de siesta, dos fotos y para adelante. Quedan aún sobre 12 km.

La dueña del albergue nos indica como podemos bajar del pueblo más facilmente ahorrando sobre kilómetro y medio (que ya nos compensaría el de la subida) y en un plis plas nos encontramos en la ctra donde se une el camino y que tendremos que seguir durante varios km, por ella salimos de la comarca de la Jacetania.

Adios, Jacetania, adios

Al fondo el embalse de Yesa, ya pasó lo peor

Alfredo y Eva nos dieron una calurosa y cariñosa bienvenida al albergue, yo creo que la clave del éxito fueron los carros, ya que se quedaron muy sorprendidos del artilugio que arrastraban nuestras bicis, antes de nada tuvimos que dar todos los detalles de tan maravilloso invento.

El albergue está correcto, buenas instalaciones y lo que siempre más valoramos junto al trato, estaba limpio. Está gestionado por el sindicato CGT que se ha encargado de su reconstrucción y mantenimiento dentro de un proyecto de recuperación de pueblos abandonados y no inundados por el pantano de Yesa.

Pasamos la tarde compartiendo experiencias con los peregrinos en la terracita del bar y por extraño que parezca éramos todos españoles.

El “GRAN PERO” que le ponemos al albergue es la comida, en el menú de la cena nos sirvieron de primero macarrones pasados con tomate y de segundo cuatro albóndigas fritas y secas con patatas, de postre el helado más barato del supermercado, lo único que la salvó fue el ambiente. En el desayuno más de lo mismo, un café malisimo con una magdalena. Se aprovechan de que no hay más opciones.

El día ha sido duro y el calor ha acentuado esa dureza por lo que nos vamos a dormir temprano, la etapa siguiente es considerada por todos como la mas dificil, así es que hay que descansar bien y recuperar.

Se apaga la luz.

Ruesta es un pueblo que podríamos denominar “fantasma”, los únicos habitantes fijos durante todo el año son el hospitalero y sus tres preciosos pastores alemanes.

Nos recomendaron no dar un paseo por sus calles ya que hay numerosas zonas valladas o cortadas por el peligro inminente de derrumbe, ni siquiera nos podemos acercar a las torres puesto que parece ser que la maleza lo impide.

La foto de la torre es la única que pudimos hacer y fue antes de llegar.