Atravesar Negreira fue un poco complicado, nos encontramos con que era día de mercado y a parte del tracional mercadillo en la calle, estaban todas las tiendas abiertas. Es un pueblo grande y con todos los servicios, lo que hizo que nos encontráramos atasco de coches y guardias municipales regulando el tráfico. Fue una especie de sock el salir de la tranquilidad del monte al ruido y la muchedumbre que había en las calles del pueblo. Buscamos una cafetería donde nos tomamos unos acuarios para recuperar minerales. Cuando empezamos a pedalear de nuevo nos encontramos con los dos únicos bicigrinos de todo el trayecto, dos catalanes que harían la ruta completa “Santiago – Fisterra”(sobre 92 km) en un sólo día. Llevaban bicis dobles y habían dejado parte de su equipaje en Santiago para poder avanzar con más comodidad. Charlamos con ellos un ratito y después cada uno a lo suyo.
Desde Negreira a Olveiroa lo pasamos francamente mal, un viento bastante fuerte empezó a darnos de cara y el terreno no ayudaba para nada, volvimos a los eucaliptos y a zonas abiertas de vegetación donde el fuerte aire nos quemó. Parecía que no íbamos a llegar nunca.
Llegamos a Olveiroa pasadas las cuatro de la tarde, sin comer y con la piel ardiendo.
Encontramos que el albergue estaba casi lleno (algo inusual para nosotros) por lo que tuvimos dudas de si nos podríamos quedar hasta que llegó la hospitalera y acomodó a todos los caminantes que llegaron tras nosotros.
Sin ducharnos siquiera nos fuimos al bar que hay justo al lado del albergue “El rincón del peregrino ” o algo parecido donde nos comimos un par de bocatas.
Una vez lavada la ropa y duchados descansamos un rato en la cama. Como había mucho ir y venir de peregrinos no pudimos dormir por lo que a eso de las 6.30 decidimos ir a dar una vuelta por el pueblo y a tomar un café. El pueblo es pequeño y si cabe resaltar alguna peculiaridad es la cantidad de hórreos que tiene. En ningún otro pueblo gallego he visto tantos y por supuesto en tan buen estado.
Cenamos en el Bar “As Pias”, totalmente recomendable. La pareja que lo atiende es muy atenta y servicial. El menú creo que de diez euros está muy bien, de comida tradicional gallega muy bien cocinada.
A las diez, hora de apagar las luces nos acostamos.