Nos levantamos temprano porque íbamos a tener la etapa más larga de todas y queríamos llegar pronto a Olveiroa. Antes de las ocho de la mañana saliamos del Hostal y nos poníamos rumbo a la Plaza del Obradoiro que es desde donde se inicia el Camino a Fisterra.

Fue todo un lujo y un placer empezar a pedalear por las calles semidesiertas de Santiago de Compostela en una mañana de domingo . Llegamos al Obradoiro y lo hallamos vacío, en silencio, como preparándose para las nuevas emociones que serían vividas por los peregrinos y bicigrinos que llegarían a lo largo del día.

Apenas salir del asfalto llegan las primeras subidas .Es un tramo que hubiéramos hecho por carretera de haber sabido que en su mayoría no era ciclable,   porque el paisaje tampoco merece la pena, es de eucaliptos en la mayor parte por lo que el terreno está empobrecido y roto por sus raíces. Hay mucha piedra suelta, muchas roderas en las cuestas arriba, troncos que atraviesan la vereda en la que se convierte el camino en infinidad de ocasiones. Es peligroso cuando subes y mucho más cuando bajas.

Una vez salvado éste primer tramo comienza una subida que ya te coge un poco cansado por empujar anteriormente por lo que no se hace para nada agradable. Nos encontramos a un señor que salía a pasear con el perro y nos comentó que a partir de donde estábamos sólo nos quedaban unos diez minutos de subida pero que al final se convirtió en media hora. Volvimos a encontrarnos con él y volvió a decirnos que nos quedaban otros diez minutos para acabar de atravesar el monte. Casi nos da la risa y bautizamos aquella subida como la de “los 10 minutos”, aunque tardamos más de una hora. La subida es al “Alto do mar do ovellas”

La bajada se hace en parte por la carretera y lo cierto es que se agradece bastante para poder descansar las piernas, más cansadas de empujar la bici que de pedalear. La bajada termina en un oasis a orillas del río Tambre llamado”Ponte Maceiras” donde hicimos una parada de unos 20 minutos para descansar y hacer fotos. 

Atravesar Negreira fue un poco complicado, nos encontramos con que era día de mercado y a parte del tracional mercadillo en la calle, estaban todas las tiendas abiertas. Es un pueblo grande y con todos los servicios, lo que hizo que nos encontráramos atasco de coches y guardias municipales regulando el tráfico. Fue una especie de sock el salir de la tranquilidad del monte al ruido y la muchedumbre que había en las calles del pueblo. Buscamos una cafetería donde nos tomamos unos acuarios para recuperar minerales. Cuando empezamos a pedalear de nuevo nos encontramos con los dos únicos bicigrinos de todo el trayecto, dos catalanes que harían la ruta completa “Santiago – Fisterra”(sobre 92 km) en un sólo día. Llevaban bicis dobles y habían dejado parte de su equipaje en Santiago para poder avanzar con más comodidad. Charlamos con ellos un ratito y después cada uno a lo suyo.

Desde Negreira a Olveiroa lo pasamos francamente mal, un viento bastante fuerte empezó a darnos de cara y el terreno no ayudaba para nada, volvimos a los eucaliptos y a zonas abiertas de vegetación donde el fuerte aire nos quemó. Parecía que no íbamos a llegar nunca.

Llegamos a Olveiroa pasadas las cuatro de la tarde, sin comer y con la piel ardiendo.

Encontramos que el albergue estaba casi lleno (algo inusual para nosotros) por lo que tuvimos dudas de si nos podríamos quedar hasta que llegó la hospitalera y acomodó a todos los caminantes que llegaron tras nosotros.

Sin ducharnos siquiera nos fuimos al bar que hay justo al lado del albergue “El rincón del peregrino ” o algo parecido donde nos comimos un par de bocatas.

Una vez lavada la ropa y duchados descansamos un rato en la cama. Como había mucho ir y venir de peregrinos no pudimos dormir por lo que a eso de las 6.30 decidimos ir a dar una vuelta por el pueblo y a tomar un café. El pueblo es pequeño y si cabe resaltar alguna peculiaridad es la cantidad de hórreos que tiene. En ningún otro pueblo gallego he visto tantos y por supuesto en tan buen estado.

Cenamos en el Bar “As Pias”, totalmente recomendable. La pareja que lo atiende es muy atenta y servicial. El menú creo que de diez euros está muy bien, de comida tradicional gallega muy bien cocinada.

A las diez, hora de apagar las luces nos acostamos.