La temperatura era tan agradable que más que pedalear lo que apetecía era tumbarse al sol pero continuamos hasta Pontedeume donde se nos acabó lo amable del trayecto. Hay que atravesar el pueblo por una calzada de piedra de cantería con un desnivel importante. No hubo forma de pedalear, empujim hasta casi el final. La rampa no fue mas que el aviso de lo que nos esperaba para llegar a Miño, aquí debió de ser donde la dureza del Camino tomó su nombre. Jamás habíamos empujado tanto. Terribles las subiditas.
Si hay algo que caracteriza al Camino Inglés es la forma tan exagerada que tiene de cambiar el perfil, no hay subidas constantes, a cada curva te encuentras con una cuesta mucho mayor que las que anteriormente te habían dejado casi sin aliento.
Llegamos a Miño y comimos, tras un breve descanso continuamos hacia Betanzos que fue el tramo más complicado del día porque unido a lo duro de la orografía estaba el cansancio acumulado
Poco pudimos hacer en Betanzos porque eran las ocho de la tarde cuando salimos de la pensión, una vueltecita por este monumental pueblo, cena en una terracita y a dormir.