Hoy fue un día en el que la frase “Yo no elegí nacer en Extremadura, simplemente tuve suerte” adquirió todo su significado para nosotros.
La dehesa nos ofreció su magnificencia con un amanecer indescriptible y un paisaje aunque tantas veces visto, tantas veces diferente.
Ha sido un jornada dura en la que las subidas han ido pasando un poco de factura, pero no cambiamos ni una sola pedalada puesto que la recompensa recibida ha sido infinitamente superior al esfuerzo realizado.
Muchos peregrinos denominan a esta etapa la “etapa reina” de la Via de la Plata puesto que son 40 km sin tener acceso a ninguna población.
Tras un buen desayuno en el Bar de la Señora Elena (nos regaló 2 huevos cocidos y una bolsa con un montón de cacahuetes para llevar) empezamos la jornada cuando el sol aun se estaba desperezando y nos vimos sorprendidos por un espectacular amanecer.
Salimos por un camino que está bastante roto y empezamos a adelantar peregrinos. El camino termina en las pistas asfaltadas de los canales de riego. Tras unos metros hay que girar a la derecha por una empinada y pedregosa cuesta que nos introduce en una dehesa de alcornoques y encinas donde te pierdes del mundo y del ruido. Está muy bien señalizado