A pesar de que ha sido un día duro de subidas, nos hemos divertido con la bici, sobre todo porque el calor sofocante de ayer nos ha dado tregua. Atrás de quedó la amalgama de sudor, piel, polvo y asfalto en la que nos convertimos.
Hoy el paisaje ha cambiado. El dorado de los pastos se ha ido transformando en el verde de los maizales y los cultivos de la vega del Alagón. Extremadura ha hecho gala de su riqueza cromática.
Aun no hemos encontrado ese misticismo del que muchos hablan, pero seguro que lo que necesitemos esta escondido en algún lugar, esperándonos.